Llega un momento en tu investigación donde encuentras que una parte importante de la religión es el ritual y puede que resuenen las palabras “ritual” y “pagano” y es posible que lleguen todo tipo de imágenes a tu mente: velas negras, pentagramas invertidos, personas con capuchas en un bosque alrededor de una hoguera o cualquier cosa similar. Independientemente de si estas imágenes las encuentras emocionantes, agradables, misteriosas o hasta repulsivas, es importante que todo lo que tienes en mente lo vacíes para conocer en lo que realmente consiste el ritual en la wicca.
Para comenzar, es importante saber qué significa la palabra ritual. Ésta procede del latín ritus y es una serie de actos cuyo valor es simbólico. Eso es decir, que en un rito todo lo que se utiliza tiene un valor meramente simbólico y que lo sagrado no es el rito en sí, sino lo que éste representa. Siendo más clara, cualquier imagen que tu veas de un ritual, de la religión que sea, sus símbolos sólo tendrán el valor, el propósito y el significado que le sea dado específicamente por aquél que lo lleva a cabo. Ya que si ves a un hombre con capa, o uno completamente desnudo, a pesar de todos los significados que tu le puedas poner basándote en tu trasfondo cultural, esto será válido solamente para la persona que lo practica, por lo que un observador externo tendrá un opinión descontextualizada y poco objetiva.
Por lo pronto, para poder comprender a fondo cualquier ritual, es importante que se conozca el proceder de todos los símbolos que son utilizados en el mismo. ¿A qué voy con esto? Muchas personas que comienzan a aprender sobre la wicca encuentran palabras como “altares” “herramientas” “varita mágica” “caldero” “capa bordada” “vestido de cielo”, etc., y erróneamente creen que todo este acompañamiento es la esencia del ritual. Sin embargo, aunque alguien puede encontrarse con un documento que explique las correspondencias de colores y dé una lista precisa de lo que va a necesitar para celebrar, digamos, Samhain (el 31 de octubre en el Hemisferio Norte), ésto no será sufiente.
Supongamos que, con esta lista en mano, uno va a la tienda, compra un par de velas, una plateada y una dorada, llena una olla de agua como caldero, tiene una copa, el incienso que mejor olió del aparador y un rico postre con una botella de sidra sin abrir ya listos para el ritual. Supongamos que también leyó que hay que bañarse antes, por lo que se tomó una ducha de cinco minutos antes de poner música suave, apagar la luz, sentarse frente al altar, encender las velas y prender el incienso. Bebe un sorbo de agua, piensa en sus ocupaciones, se pierde un poco en el bailar de las llamas, y con las piernas entumidas de estar sentado, se come el postre y apaga las velas con un soplido.
No hubo conexión, no hubo chispa. ¿Qué salió mal? Siguió todos los pasos, tenía todos los elementos y no hubo conexión con Los Dioses, ni consigo mismo, ni con el espacio en el que estaba en ese momento. Sin duda no hubo significado y el ritual no sirvió de nada (o más bien, no hubo ritual alguno).
Antes de comenzar a celebrar rituales, el estudiante núbil debe comprender muchas cosas. Para comenzar, algo que siempre recomiendo es situarse dentro del mapa del ciclo anual y la única manera de hacer esto es conocer el ciclo climático, y por lo tanto agrícola, de su localidad.
Observa la Rueda del año -arriba- (si estás en el Hemisferio sur ten en cuenta que ésta es invertida, por lo que su solsticio de invierno es en junio mientras que en el HN es en diciembre). Observa el ciclo agrícola, conócelo a profundidad. Estudia sus cambios, los resultados de cada paso que da la rueda al girar un ciclo más. Observa cómo la tierra tiene periodos de descanso, de producción, abundancia, y descanso de nuevo y ubica hoy, en este día, en qué momento de ese ciclo te encuentras.
¿Estás en el descanso? ¿Estás en el invierno cuando todo duerme o en el verano donde todo despierta y el sol se rehúsa a dejar a su amante por las noches? ¿Es tiempo de siembra o de cosecha? ¿Estás tú entonado con este influjo energético que hay en la tierra? ¿Estás tú también cosechando tanto fuera como dentro de ti mismo?
Uno de los mayores propósitos de los antiguos rituales de la gente del campo (los pagos, por lo tanto, paganos) era comprender los ciclos de la tierra, pedir abundancia y agradecer la cosecha, conocer SU lugar en el mundo y tener comunicación con Las Divinidades. El ritual iba de la mano con un gran evento, un evento de sacrificio, no, no humano ni animal, sino un sacrificio de trabajo, para arar la tierra, para cosechar, o para prepararse para el invierno.
Los rituales y ceremonias sagradas y religiosas tenían una función social importantísima, al enfocar al pueblo hacia sus necesidades y obligaciones para con su pueblo y su tierra y simbolizaban la evolución, el crecimiento y el paso del tiempo.
Hoy en día muchos de nosotros vivimos en ciudades, apapachados por un sistema que nos asegura que siempre habrá comida, que en invierno habrá calor y que nunca nos hará falta lo mínimo para vivir. Por lo mismo, la gente ya no agradece a la tierra sus frutos, ya que no los arranca del árbol o de la mata, sino que los compra limpios, empacados bajo una luz neón disponibles por un poco de papel oficial o pedazos de metal con valor simbólico, ya sin un solo rastro de tierra.
Aún así, es importante que recordemos que ese fruto no está ahí por arte de magia, que aún dependemos y dependeremos siempre de La Madre tierra, y que siempre será importante agradecer lo que nos es dado para mantener este enorme regalo que es la vida.
Una parte del ritual que se celebra en la wicca, es el recordar de dónde venimos y a donde vamos, gracias a qué vivimos y cuál es el objetivo de que estemos aquí; es saber que lo que está sucediendo afuera también está sucediendo dentro y comprender nuestra vida a través de la comprensión de lo que sucede afuera. El ritual en la wicca es conectarnos con la parte más sagrada que vive en nosotros, es hacer consciencia de que estamos, somos, respiramos, que tenemos capacidades para dirigir nuestra vida y que es completamente nuestra gracias a La Divinidad que nos da todo lo que necesitamos, tanto lo positivo como lo negativo, para crecer como seres espirituales que somos.
¿Qué tiene esto entonces que ver con las velas, los manteles, el incienso y la copa con agua? Todos éstos son símbolos, símbolos precisos que nos ayudan a contener una gran cantidad de información a gran profundidad, cada cosa es una sede de conocimiento, una unión de esencias específicas que nos llevan de la mano hacia la esencia universal. ¿Necesitamos todas estas herramientas? Por supuesto que no.
Y por eso cada vez que me comentan que ahora que ya tienen todos los materiales para celebrar no saben qué hacer con ello, si el círculo se debe hacer antes o después, cuánto debe medir y si no tiene varita si está bien trazarlo con el dedo índice; les contesto que nada de eso es necesario. Lo primordial nunca serán las herramientas, la parafernalia ni el protocolo. Todos los anteriores son sólo referencias, símbolos que pueden utilizarse para ser guiados en una dirección específica. Pero la esencia del ritual es conectarse con La Divinidad y para eso uno no necesita títulos, ropajes ni lugares especiales.
Así que en lugar de darte instrucciones para los rituales más complejos, prefiero que conozcas la esencia real del ritual.
Todos tenemos una sede de la divinidad en nosotros mismos, de hecho, nosotros mismos somos sede, parte y forma de la divinidad, y es con esto con lo que debemos conectarnos, con nosotros mismos y por ende, con La Divinidad, con nuestro sello creador.
Puedes conectarte en un par de segundos, o puede que haga falta meditar un par de minutos o un tiempo más extendido sobre aquello que está en nosotros, aquello que nos habla de dónde venimos, a dónde pertenecemos. Llámalo como desees, Dios, Diosa, Gran Espíritu, o simplemente siéntelo sin llamarlo y convive con esa energía. Hazle sentir tu agradecimiento, tu amor, tu felicidad, y déjate llenar por Su gozo y Su amor pleno. Respira profundamente y agradece la experiencia.
Puedes conectarte en un par de segundos, o puede que haga falta meditar un par de minutos o un tiempo más extendido sobre aquello que está en nosotros, aquello que nos habla de dónde venimos, a dónde pertenecemos. Llámalo como desees, Dios, Diosa, Gran Espíritu, o simplemente siéntelo sin llamarlo y convive con esa energía. Hazle sentir tu agradecimiento, tu amor, tu felicidad, y déjate llenar por Su gozo y Su amor pleno. Respira profundamente y agradece la experiencia.
Si para esto te ayuda prender una vela, hazlo, no importa el color, tamaño, forma, composición ni precio. Si para esto te ayuda acercarte a un árbol o prefieres estar en la comodidad de tu cama, hazlo donde te sientas a gusto.
Esta es la esencia del ritual. Conectarte con la divinidad y es el corazón de todos nuestros rituales. Además de esto también se hace algo simbólico para celebrar el momento agrícola y poner en el mismo tono, como cuando se afina un instrumento musical, nuestra energía con la de La Tierra.
De este “ponerse en tono” surgirán los colores de las velas, del mantel, el tipo de comida y hasta tu propia vestimenta, y las herramientas te ayudarán a llevar a cabo trabajo con energía que puedas llegar a necesitar para hacer cambios a Voluntad en tu vida y aproveches el momento del ritual para efectuarlos. Sin embargo, la esencia del ritual en la wicca es conectarnos con La divinidad y mientras esto se logre, el ritual habrá sido un éxito.
Así que antes de querer celebrar tu primer ritual y correr a leer las correspondencias, descargar recetas o presumir el lugar en el que lo celebrarás con otros wiccanos (práctica común), es de vital importancia que mantengas siempre tu objetivo primordial en la mente, que es la conexión y convivencia prolongada con Los Dioses, que poco a poco se irá volviendo algo que se hace día a día, viviendo la vida en un ritual sagrado; conectarse y entonarse con La Tierra y hacer cambios a Voluntad en nuestra propia vida. Que los pasos salgan de tu intuición y las palabras de tu alma.